1.
Pesa el aire caliente
de verano sobre las espaldas de los urbanitas.
En ómnibus, atravieso
la ciudad. Un pez azul
entra por la ventana
de una cocina donde un hombre
bucea en la heladera.
A solas con mis pensamientos, tiemblo.
Como puedo, me llevo
a trabajar.
2.
“Reconciliación las
pelotas” informan grandes letras negras
que cortan el rostro blanco de la fachada de
enfrente.
Más allá vuelven a
gritarlo grafitis sobrescritos a carteles despegados que ondean.
En la plaza, las
tortugas urbanas amuralladas en sus caparazones de cartón avanzan.
Un día, una se quedó
a dormir al pie de la estatua. Al día siguiente eran tres.
Hoy hay campamento,
más de cinco.
Las bolsas con los
restos de los restos de la basura agujerean el césped,
rebotan en los bancos, se enredan en las ramas
bajas de arbustos y árboles.
“Reconciliación, las
pelotas” aúllan las paredes de la ciudad.
Nos morimos todos los
días un poco, ráfagas en la superficie del océano,
rumbos sin destino, seres de luz perdemos cada
día. No venimos, nos traen.
No nos vamos… no
desaparecemos.
Reconciliación las
pelotas.
3.
Ayer fui feliz
intensamente (ayer fui intensa)
Hoy me dejo mecer por
la resaca dulce de esa felicidad
Hoy no soy intensa,
dejo que que en mi cabeza pase
lo que tenga que
pasar: obsesiones, recuerdos, ideas, rencores.
Dejo que pasen, los
dejo pasar, como nubes por el cielo.
Hoy soy en paz.
4.
Escribí: “despertándome me sigue la felicidad”
(recuerdo haber
soñado que andaba a caballo)
y me levanté a buscar
un vaso de agua.
Cuando me senté a
escribir de nuevo pensé: “Estoy furiosa”
(no recordaba lo
último que había escrito)
Felicidad/rabia/desconcierto/miedo/serenidad/satisfacción…
Todos climas del
alma…
¿Estoy furiosa, estoy
feliz?
¿Cuántos territorios,
cuántos pliegues tiene el alma de una mujer?